Enseñanza: Un sueño a la medida de Dios


Un Sueño a la Medida de Dios:
Autor: Lina Isabel González de Reyes
Coordinadora Nacional de MCM de la RCCES

“Empieza por hacer lo necesario, luego lo posible y pronto te encontrarás haciendo lo imposible”
San Francisco de Asís

Los Ministerios de Música juegan un papel muy importante en las comunidades de la Renovación Carismática. Por ese motivo es importante y urgente que contemos con Ministerios de Música preparados espiritual y musicalmente. No obstante, muy a menudo encontramos situaciones que ahogan la espiritualidad de estos grupos, y sus integrantes se estancan sin un crecimiento espiritual ni musical.

Si esta es la situación que vive tu ministerio de música, si sientes que antes que vivir un diario crecimiento, el grupo está más bien estancado, es necesario que tú y tus hermanos de comunidad recuperen la confianza en el enorme Plan de amor que Dios tiene para ustedes y se animen a dar pasos hacia delante en la fe. Lo primero que hay que hacer es sinceramente identificar el punto en el que se encuentra su Ministerio de Música. ¿Realmente ha crecido espiritual y musicalmente en los últimos años?, ¿en los últimos meses?, ¿en los últimos días?

Para responder estas preguntas puede ayudarte una mirada hacia el interior de tu persona. Te invitamos a realizar un recorrido desde ¿quién y cómo eras tú, justo antes de comenzar a servir al Señor a través del canto?, ¿quién eres ahora?, ¿qué cambios ha habido en ti desde entonces en tu relación con tu familia, con tus hermanos en el trabajo, escuela, vecinos, hermanos de comunidad, en tu relación con Dios?, ¿muchos, pocos o ninguno?, ¿crees que habrá algún cambio en ti en los próximos meses? En otras palabras, es importante definir: dónde estabas espiritualmente, dónde estás y hacia dónde vas junto con tu equipo.

Esto puede darte una idea del nivel de espiritualidad que se vive y se ha vivido en tu ministerio. Muchas veces, es difícil advertir que estamos ciclados, estacionados en un grupo que no crece, que no va hacia ningún lado. Atravesamos los mismos problemas una y otra vez como si fueran ciclos repetitivos que toreamos cada vez con mayor destreza, pero sin crecimiento espiritual.

Por ejemplo, a veces enfrentamos una y otra vez problemas con los llamados “cometas” (miembros del grupo que vienen y se van como vinieron); otras veces, la falta de entrega (que algunos llaman falta de compromiso), la falta de ensayos, la ausencia de un crecimiento espiritual, las rivalidades, la falta de oración, la falta de talento o capacidad, la ausencia de buenos elementos, el desconocimiento de bases litúrgicas, catequéticas y incluso de la Palabra de Dios, etcétera.

En estos casos, lo que necesita nuestro ministerio es replantearse a sí mismo; considerar un cambio; dirigir la mirada al cielo y atreverse a soñar con un mejor servicio, un mejor equipo, mejor coro … mejor ministerio.


En cierta ocasión, hablando sobre esto a un grupo de ministerios de música, preguntábamos mi esposo y yo a sus integrantes, cuáles serían los sueños de cambio para sus ministerios o equipos de canto y música; y a esto ellos nos dieron respuestas como: “nos gustaría tener un guitarrista”, “nos gustaría que alguien de nuestro grupo aprendiera a tocar teclado”; “nos gustaría que hubiera mayor compromiso”,”unidad entre los integrantes delministerio de música”, etc.

Esos y otros similares fueron los pequeños sueños que nos presentaron en una diócesis que como cualquier otra, presenta urgentes necesidades de ministerios que busquen la santidad, que busquen ser instrumentos de poder del Señor. Sin embargo, pareciera que tenemos miedo a soñar en grande.

Muchas veces, los problemas que enfrentan nuestros ministerios los vemos tan grandes, que no nos dejan ver la posibilidad, la esperanza de que cambien, de que crezcan, de que se transformen en un ministerio a la medida de Dios. Pero el Señor que sí desea vernos caminando hacia la santidad, quiere transformar nuestra mirada. Él desea que tú puedas ver en tu ministerio, el potencial que Él ve.

Una de las técnicas más usadas por el enemigo, es precisamente lograr que perdamos la esperanza. Si no hay esperanza, no hay lucha, no hay visión, no hay sueño, no hay transformación ni camino a la santidad. Por eso, es necesario que le pidas al Señor la capacidad de ver con ojos de esperanza, el potencial que a veces no alcanzamos a ver en nuestros ministerios; y pedirle además la capacidad de verte a ti y a tu grupo, tal como Él los ve, dejando al desnudo tanto las miserias como los aciertos.

“Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timoteo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.» Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.” Mc 10,46-52

Este día el Señor te invita a mirarte como el hombre o la mujer que eres, como un hijo de Dios, dignificado por su sangre preciosa; te invita a ver tu servicio, tu ministerio, pero no como lo hacía Bartimeo, es decir, no con esa mirada de mendigo pobre, que además era incapaz de ver; sino con una mirada de hijo, digno, amado. Él te invita en su Palabra diciéndote: “¡Ánimo, levántate! Te estoy llamando”. No escuches las voces que te increpan diciendo que tu ministerio no tiene remedio, que es imposible que con los elementos que hay salga adelante. Es el momento de que, como Bartimeo, arrojes tu “manto”, que dejes a un lado tus límites de pecador, tu desconfianza, tu desesperanza, tus miedos, y que des un decidido brinco hasta Jesús, para decirle: “Maestro, ¡que vea!”. “Dime Señor, ¿por dónde comienzo?, ¿cuáles son mis debilidades, mis errores?, ¿hacia dónde quieres que camine?, ¿hacia dónde quieres que caminemos?” Necesitas creer con tu corazón que sólo después de recobrar la vista podrás seguir a Jesús por el camino a la santidad. Es decir, en el momento que Jesús te permita ver dónde estás, será posible saber a dónde vas, y dirigir tus pasos a la mejor dirección: hacia Jesús.

Una vez que has sido capaz de ver los errores, pecados, pobrezas espirituales en tu servicio y en tu persona; una vez que tus ojos estén abiertos a la esperanza, es el momento de atreverse a soñar sin límites. Dios es inmenso; es decir, sin medida, y aunque se escuche desagradable, nosotros a diferencia de Él, somos medibles, “mensos”, y por eso tenemos problemas para comprender su voluntad. Pero con la luz del Señor en nuestra mirada, podremos ver sin límites un sueño al cual quedar sujetos. Un sueño inmenso inspirado por el mismo Dios, que nos jale llevándonos a ser cada vez más santos, de la misma manera que un barco es atraído por un faro en una noche sin luna, llevándonos cada vez más cerca de la perfecta voluntad del Padre, cada vez más dóciles a su llamado. El ilimitado sueño de un ministerio perfecto, que sólo podría ser soñado por Dios para nosotros, conduciéndonos a la perfección.

“Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” Mt 5, 48.

Un sueño a la medida de Dios

En realidad, un sueño a la medida de Dios no podría existir como tal, no podría medirse; es decir, un sueño de acuerdo a su voluntad será tan ilimitado e inmenso, como Dios lo es. Un Sueño a su medida - sin medida -, sería algo a nuestros ojos, inalcanzable; imposible para nosotros, pero posible para Él. Viéndolo de esta forma ¿cuáles serían algunas cualidades que pudiéramos atrevernos a señalar, las cuales soñaríamos para nuestro ministerio de música perfecto? Lo que presento a continuación es un gran sueño, pero recordemos que para el Señor no hay límites.

Un ministerio de oración.- Que todos y cada uno de los miembros del ministerio sean mujeres y hombres de oración; que sean discípulos dispuestos a vivir a los pies de Jesús y que escuchen su voz; que por esta oración y comunicación con Dios, todos caminen de acuerdo a las mociones del Espíritu Santo, en un mismo espíritu, sin rivalidades, en un caminar fraternal, unidos, amándose profundamente unos a otros. Que todos estén conectados por el Espíritu Santo de tal manera que no existan las dudas que surgen cuando no se sabe por dónde guiar una oración, qué cantos entonar, a quién darle la razón al momento de discernir. Que los oídos de cada uno sean capaces de escuchar lo que Dios desea a través de un canto; que escuchen y sientan en el corazón cuál canto es el que el Señor desea que la comunidad entone con nosotros, que sientan con Jesús el dolor del pueblo y sean capaces de sentir junto con Él compasión; que por su oración, sean canales abiertos del amor, la paz, la fortaleza y de cada uno de los dones del Espíritu Santo.

“Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” Hch 1,14.
“Así dice Yahvé, hacedor de la tierra, que la formó para hacerla subsistir, Yahvé es su Nombre: Llámame y te responderé y mostraré cosas grandes, inaccesibles, que desconocías.” Jer 33,2-3

Que sus integrantes tengan vida en el Espíritu.– Y que esto haga efervecer sus comunidades. Es decir, que su testimonio se contagie, y que por su entrega y amor haya conversiones en su familia, en su escuela, trabajo, vecindario. Que se les note en sus rostros, acciones, actitudes, el amor de Jesús,
“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento”. 2Co 2,14.

Un ejército preparado para el servicio de Dios.- Que como en cada ejército, exista la adhesión y obediencia a la cabeza; un ejército que no se maneja solo, insertado en una comunidad, a la vez insertada en su Movimiento, y a toda la Iglesia. Además, que todos los integrantes cumplan con los sacramentos de bautismo, confirmación, reconciliación, comunión y de matrimonio, si es el caso. Que acudan diariamente a la eucaristía, que recen el rosario todos los días, que tengan al menos una hora de oración personal diaria ante el santísimo o en un lugar de recogimiento; que se preparen constantemente leyendo la Palabra de Dios, practiquen el ayuno, estén al tanto de documentos pontificios, conciliares y otras lecturas de crecimiento espiritual. Que sean capaces de sacrificar apegos, ofreciéndose libres a Dios. En pocas palabras, que tengan una verdadera vida en el Espíritu; que sean verdaderos testigos del poder de Dios en sus vidas. Que bien armados con todos estos menesteres, salgan a la batalla en el nombre del Señor.
“…preparados para la batalla, provistos de todas las armas de guerra, audaces en la lucha, con corazón entero”. 1Cro 12,34
“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”. Hch 2,42.

Que sean instrumento a través del cual Jesús, sane, libere, restaure.- Tener la certeza de que en el momento en que comiencen a tocarse las cuerdas de la guitarra, en el momento que se inicien los cantos, por gracia de Dios los sordos oirán, los ciegos verán, los oprimidos serán liberados, los enfermos sanarán.
“Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos les escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos”. Hch 16, 25-26.

Que cuando los integrantes del ministerio de música canten, se vean libres los que son presos del rencor, de los vicios, del pecado.
“Después, habiendo deliberado con el pueblo, señaló cantores que, vestidos de ornamentos sagrados y marchando al frente de los guerreros, cantasen en honor a Yahvé: «¡Alabad a Yahvé porque es eterno su amor!»Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, Yahvé puso emboscadas contra los amonitas y moabitas y los del monte Seir, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados” 2Cro 20, 21-22.

Que en la batalla espiritual, el ministerio de música vaya al frente cantando y alabando a Dios, dispuestos a dar todo por el servicio al Señor, y sabedores de que la batalla ya está ganada porque el Señor es bueno, porque es eterno su amor.
“Cuando el espíritu de Dios asaltaba a Saúl, tomaba David la cítara, la tocaba, Saúl, encontraba calma y bienestar y el espíritu malo se apartaba de él.” 1 S 16, 23
Músicos de Dios capaces de transmitir la paz y el amor que nunca dará el mundo.

“Yahveh dijo a Josué: «Mira, yo pongo en tus manos a Jericó y a su rey. Vosotros, valientes guerreros, todos los hombres de guerra, rodearéis la ciudad, (dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días. Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca. El séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces y los sacerdotes tocarán las trompetas). Cuando el cuerno de carnero suene (cuando oigáis la voz de la trompeta), todo el pueblo prorrumpirá en un gran clamoreo y el muro de la ciudad se vendrá abajo. Y el pueblo se lanzará al asalto cada uno por frente a sí.»

El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran clamor, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella”. Jos 6,2-5;20

Músicos de Dios obedientes al llamado de guerra del Señor, creyentes con una fe inquebrantable, dispuestos a sostenerse en la batalla hasta que los muros del pecado sean derribados.

Un equipo de canto y música artísticamente preparado.– Dicen que soñar no cuesta, así que soñemos también que cada uno de los miembros sepa tocar dos o más instrumentos musicales, de preferencia por nota; que sepan cantar, modular su voz, cuidarla. Que sean capaces y dispuestos a buscar la perfección en sus interpretaciones musicales. Que tanto sus instrumentos como sus talentos sean consagrados completamente al Señor; es decir, separados para Él y que no sean utilizados en ninguna otra parte.

“Estos hombres ejecutaban los trabajos honradamente. Estaban bajo la vigilancia de Yájat y Abdías, levitas de los hijos de Merarí, y de Zacarías y Mesúllam, de los hijos de Quehat, que les dirigían, y de otros levitas; todos ellos maestros en tañer instrumentos músicos.” 2 Cro 34,12
“Ciertamente, nos alegramos cuando somos nosotros débiles y vosotros fuertes. Lo que pedimos es vuestro perfeccionamiento.” 2 Co 13,9
“¡Dad gracias a Yahvé con la cítara, salmodiad para Él al arpa de diez cuerdas; cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la aclamación!” Sal 33,2-3.

Estas serían algunas de las cualidades que podría soñar un ministerio de música y alabanza que busca darle el mejor servicio a Dios y que muchos podrían considerar inalcanzables. Éste gran sueño podría ser un apoyo para enfocar y dirigir nuestros pasos hacia la santidad, hacia la perfección en el amor … hacia Jesús.

Dios puede lograr lo imposible
Construir un gran sueño y caminar sobre su estela de la mano de Jesús, deberá ser para todos nosotros, los que deseamos ser músicos de Dios, un incansable e interminable recorrido; una constante trasformación y conversión; una renovación continua, cimentada en el amor, la esperanza y la fe.

Un amor a Dios y a los hermanos que nos haga crecer en santidad, una sólida esperanza que no nos permita dudar del gran plan que Dios tiene para nosotros, y la fe inquebrantable de que Dios nos usará como instrumentos para la liberación de su pueblo. Esta última virtud, debe acompañarse de una preparación y del conocimiento necesario para saber cómo puede ocurrir esto, como es que Jesús usa a sus músicos, cómo podemos serle más útiles a Él.

“Los jóvenes se cansan, se fatigan, los valientes tropiezan y vacilan, mientras que a los que esperan en Yahvé, Él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse.” Is 40,30-31

Es necesario entonces que el amor, la esperanza, la fe, nos lleve a vernos a nosotros mismos en un futuro no muy lejano, formando parte de un ministerio de música a través del cual Dios actúa con poder para la sanación y liberación de su pueblo. Si ésta visión es la voluntad de Dios, y nosotros damos nuestro 100 por ciento, es seguro que tarde o temprano sucederá.

“Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”. Heb 11,1.
“En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.” Jn 14,12-14

Lo primero que tenemos que hacer, es creer en las promesas del Señor. Creer que somos sus hijos amados, y por lo tanto, por ese gran amor que Él nos tiene, no recibiremos piedras cuando le pidamos Espíritu Santo.

“¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!” Mt 7,9-11.

Ahora bien, si nuestro problema es que tenemos dudas de que el Señor tenga interés en nosotros, en nuestro ministerio, pensemos que no somos los únicos que hemos dudado de esta manera; no somos los únicos que nos sentimos indignos. Es decir, de la misma forma en que nosotros dudamos que Dios quiera hacer en nosotros algo realmente grande, los profetas dudaron. No se pensaron dignos y se preguntaron si de veras Yahvé habría pensado en ellos para realizar su obra. Este es el caso de Isaías:
“¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre. Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó.
Me dijo: «Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.» Pues yo decía: «Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?»
Ahora, pues, dice Yahveh, el que me plasmó desde el seno materno para siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una. Mas yo era glorificado a los ojos de Yahveh, mi Dios era mi fuerza”. Is 49,1-5

Éste es también el caso de Moisés:
“Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto.» Dijo Moisés a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?» Respondió: «Yo estaré contigo y esta será para ti la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte.»” Ex 3,10-12

Y éste es también nuestro caso:
“Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios.” 1 Co 1,27-29

Necesitamos no sólo creer en Dios, sino creerle a Dios, creer en sus palabras, en sus promesas, en su amor que no puede ser pasivo, sino activo, transformante, renovador, creador. Basta con decidirnos a intentarlo, a hacer la prueba.
“Hagan la prueba y verán qué bueno es el Señor, ¡dichoso aquel que busca en Él asilo!” Sal 34,9

Comenzar por hacer lo necesario
En este momento tú puedes ya tomar una decisión y decir: “Está bien, en el nombre de Jesús estoy listo para comenzar a caminar junto con mi equipo, listo para dar pasos con fe y en la dirección que el Señor nos muestre, a fin de convertirnos en un instrumento para su gloria”. Si es así … ¡Gloria al Señor!

En ese caso, tú y tu equipo deben comenzar por lo básico. Lo primero es hacer “lo necesario”. Si deseamos comenzar a caminar y no sabemos por dónde, basta con hacer lo necesario. Primero, lo necesario en mi propia persona, y después lo necesario en el resto del grupo. Esto es muy importante, ya que nadie hará por ti lo que tú no hagas por ti mismo. De la misma manera, tú no puedes obligar a nadie a cambiar, si esa persona no tiene interés en cambiar.

Eso es real, pero también es real que la transformación de todo un ministerio de música puede iniciar por la transformación de una sola persona, independientemente del poco o nulo interés que en un principio muestre el resto del grupo; independientemente de que el primero que empiece a cambiar realmente, sea el coordinador, o el encargado de cargar los instrumentos. Esto es posible porque el amor de Dios es algo que se contagia. Si por una parte entendemos que nosotros no podemos hacer que las personas cambien, no debemos olvidar que Dios si puede, y nuestro testimonio ayuda mucho. Así que nosotros nos limitaremos a hacer lo necesario, a trabajar hacia dentro de nuestra propia persona, sin quitar nuestra mirada en el sueño de transformar nuestro ministerio en un mejor instrumento para el Señor.

Ana María Rabatté nos comparte una hermosa y profunda reflexión: “Si yo cambiara, cambiaría al mundo”. Y ¿Cómo funciona esto? Primero, nuestra conversión hará que nuestro vaso vacío quede cada vez más lleno de Dios. De hecho, la palabra entusiasmo viene del griego “en theos”: lleno de Dios. Cualquier persona llena de Dios, contagia su entusiasmo a los demás. Y esto es porque conversar con alguien que destila presencia de Dios en cada palabra, nos invita a la oración. Lo escuchamos hablar humildemente de cómo se goza en el contacto con Dios en su oración, y deseamos vivenciar en nuestra propia persona esa experiencia de amor. De esta manera sucede … todo puede empezar a partir de la conversión de una sola persona; puede empezar a través de tu propia conversión.

Y ¿qué es lo necesario que debes empezar a hacer? … Musicalmente puedes comenzar a tomar clases de canto, guitarra, piano, solfeo, etc.; claro que esto no deberá hacerte sentir más que los demás, aunque comiences a ver más claramente los defectos en la música. Ante todo el amor debe llevarnos a actuar con mucha humildad, paciencia, condescendencia, tolerancia.

En el aspecto espiritual, desde luego es necesario comenzar con la oración personal (dedicar una hora cada día, por ejemplo; recuerda que es un sueño grande y no podrás alcanzarlo solo, necesitas que Dios lo haga por ti), trabajar en tu conversión, en tu crecimiento espiritual. Ana María Rabatté también dice: “A cada paso que das es necesario morir un poco”. Así que si estás decidido a comenzar tu camino a la santidad, recuerda que tendrás que morir un poco a cada paso, tendrás que renunciar a apegos, dejarás a un lado placeres, trabajarás más, serás más tolerante, comprensivo, caritativo, experimentarás sacrificios que bien valdrán la pena pues el Señor recompensa al ciento por uno.
“ Hijo, si te has decidido a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad.
Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el horno de la humillación. Confíate a él, y él, a su vez, te cuidará, endereza tus caminos y espera en él.
Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, para no caer. Los que teméis al Señor, confiaos a él, y no os faltará la recompensa. Los que teméis al Señor, esperad bienes, contento eterno y misericordia.” Si 2,1-9

Es muy importante que en esta gran empresa que es trabajar para que tu ministerio de música sea un verdadero instrumento de Dios, te mantengas firme y te apoyes en la Palabra de Dios, que te sostengas con valor; que no permitas que nada te desanime o te haga “tirar la toalla”.
“Sé, pues, valiente y muy firme, teniendo cuidado de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo Moisés. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que tengas éxito dondequiera que vayas. No se aparte el libro de esta Ley de tus labios: medítalo día y noche; así procurarás obrar en todo conforme a lo que en él está escrito, y tendrás suerte y éxito en tus empresas. ¿No te he mandado que seas valiente y firme? No tengas miedo ni te acobardes, porque Yahvé tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.» “ Jos 1,7-9

Debes estar dispuesto a hacer lo que el Señor te pida, aún cuando creas que lo que tienes que hacer, lo que Dios te pide que hagas, es ridículo. Así le pasó a los apóstoles. Escucharon cómo el Señor les pedía que con cinco panes y dos peces alimentaran a una multitud; escucharon a Jesús decir que reconstruiría el templo en tres días, y entre otras cosas escucharon peticiones a su pensar imposibles y hasta ridículas como esta:
“Cuando Jesús y sus discípulos fueron a Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a ver a Pedro, y le preguntaron: -¿Tu maestro paga el impuesto para el Templo? - Sí, lo paga - contestó Pedro. Luego, al entrar Pedro en la casa, Jesús le habló primero, diciendo: -¿Tú qué opinas, Simón? ¿A quiénes cobran impuestos y contribuciones los reyes de este mundo: a sus propios súbditos o a los extranjeros?
Pedro le contestó: -A los extranjeros. Jesús añadió: -Así pues, los propios súbditos no tienen que pagar nada. Pero, para no servir de tropiezo a nadie, vete al lago, echa el anzuelo y saca el primer pez que pique. En su boca encontrarás una moneda, que será suficiente para pagar mi impuesto y el tuyo; llévala y págalos.” Mt 17, 24-27.

Así que no te extrañe; en un momento dado tendrás que “pescar un pez para sacarle la moneda de su boca”. Escuchar la voz de Dios y cumplir su voluntad, es todo un reto. Elegir su llamado y desoír las voces del mundo que nos cuestionan, es una difícil tarea; pero cumplir la voluntad del Señor nos llena de inimaginables bendiciones.

Mi hermano de comunidad en Torreón, Rubén, es testigo de esto. Cuando el Señor le llamó al ministerio de música, tenía tan sólo 17 años y no sabía nada de música. A Rubén lo invitamos teniendo tan sólo un año de renovado, porque nos hacían falta integrantes y él se veía un muchacho lleno de ganas de servir a Dios.

Por otro lado, Rubén era jugador de béisbol, y de los buenos; de hecho, a pesar de su corta edad estaba a punto de colarse a las ligas mayores. Así que allí estaba mi hermano Rubén. Por un lado un gran jugador de béisbol, con un futuro prometedor, tremendo orgullo de su padre, y por el otro, miembro de nuestro ministerio de música, donde la mayor gracia que tenía era la de cargar instrumentos, ya que para cantar era desafinado y no sabía tocar ningún instrumento.

Para Rubén, el día que había soñado por años llegó cuando se enteró de que había tres equipos interesados en él: los Acereros de Monclova, los Pericos de Puebla y los Algodoneros del Unión Laguna. Esto representaba la oportunidad de alcanzar uno de los más grandes sueños en toda su vida: jugar en las grandes ligas. Pero esta oportunidad se presentó en el momento que él abría su corazón al Señor. Lo que decidió Rubén fue poner esta gran oportunidad a los pies de Jesús, confiando en que al final de cuentas, Dios le daría lo que realmente deseaba su corazón:
“Ten tus delicias en Yahvé, y te dará lo que pida tu corazón” Sal 37,4

En aquél tiempo nuestro ministerio de música cantaba los miércoles en la asamblea de oración de la comunidad, y fue precisamente un miércoles cuando los Acereros de Monclova le llamaron para que firmara el contrato con ellos. Rubén nos comparte que ese día representó un “parte aguas” en su vida, ya que se vio en la necesidad de tomar una decisión. Él sabía que no podría tener ambas cosas. Elegir el béisbol significaba abandonar su recién comenzado caminar hacia Jesús. Por un lado, tenía todo el talento y juventud para triunfar en el béisbol profesional, y por el otro lado, era sólo un miembro más de un ministerio de alabanza, sin talento para la música, que tenía como labor principal cargar los instrumentos y las bocinas todos los miércoles de asamblea.

Ese miércoles, la voz del Señor fue muy clara para él. Él simplemente no se presentó a firmar el contrato, y eligió ir a cargar los instrumentos y las bocinas como cada miércoles. Él decidió dejarse llevar por aquella voz que en su corazón le decía con fuerza: “Yo te he escogido para que me sirvas en la música”; lo cual resultaba irónico, ya que no contaba con talentos musicales. Ese mismo día, cuando él de pronto dudaba por la gran decisión que había tomado, y se lamentaba de no haber firmado el contrato, el Señor le dio esta Palabra:
“«Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.» «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!» Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»” Mt 14,28-31

Por unos momentos Rubén dudó, pero la poderosa Palabra de Dios le llevó a no dudar y confirmó su decisión de seguirlo a Él. En ese momento su vida dio un giro de 180 grados. Rubén comenzó a aprender a tocar guitarra y otros instrumentos musicales. Aprendió y sigue aprendiendo mucho sobre la música; actualmente toca guitarra y teclado, y conoce las bases del bajo y la batería. Ha aprendido música por nota, canta muy afinado, compone hermosos cantos al Señor y para gloria de Dios, después de 16 años de haber comenzado en el ministerio de música, ahora es responsable en Torreón de una Escuela de Música para ministerios de alabanza, donde comparte con ellos todo este amor que Dios le ha dado.

Lo único que hizo Rubén fue tener amor a Dios y a su servicio, y confiar en que Dios haría su obra, y el Señor se encargó de lo demás. Comenzó por hacer lo necesario, luego lo posible, y Dios se ha encargado de hacer cada día en su vida, lo que antes hubiera pensado imposible. De esto aprendemos que Dios puede hacer de ti, de mí, de cualquiera, un instrumento poderoso para su gloria. No vale decir “no tengo talento, no sé tocar, ni cantar”. Dios puede hacer lo imposible en ti, sólo ábrele tu corazón y empieza por ser fiel en lo poco y Él te confiará cada vez más.

Si bien es verdad que lo más deseable al formar un ministerio de música es elegir e invitar personas con talento y conocimiento musical básico, la realidad es que en nuestro país existen muchos ministerios de música que cuentan con integrantes como Rubén, con muchas ganas de servirle al Señor, pero sin talentos para la música. Si por alguna razón este es tu caso, el estar a la escucha de Dios a cada momento, puede abrirte una de dos puertas: la primera, la puerta del talento; es decir, Él mismo te ayudará a que aprendas a cantar y a tocar para Él. O la segunda, la puerta de la alternativa; en ésta, Él mismo te abrirá los ojos si en un momento dado la música no es tu ministerio; te ayudará a aceptar con paz tu verdadero camino, y te dará luz para indicarte qué es lo que Él quiere de ti, en qué lugar quiere que te conviertas en su instrumento.

Es muy importante que consideres esto, ya que si bien hemos sido testigos de muchos casos en que el Señor regaló talentos musicales a quienes no los tenían, también hemos visto personas que insistieron permanecer en un ministerio que no era el suyo (independientemente de su talento), perdiendo de esta manera toda posibilidad de dar frutos por tener cerrados sus oídos a la voz del Señor.

Por otra parte, no podemos negar que es muy conveniente contar con elementos que tengan conocimientos musicales, que tengan talento para este servicio desde un principio. Que se hagan pruebas de canto a los nuevos integrantes, ayuda mucho, permaneciendo siempre abiertos a la voz del Señor. Nuestro Padre del cielo siempre tendrá la última palabra sobre quien debe o no ser miembro del ministerio. ¿Cómo se sabe esto?... Orando … simplemente, orando. Así es que no lo olvides; antes que nada: ¡abre bien tus oídos a la voz del Señor!

Los de adelante corren mucho…y los de atrás se quedarán.
Cuando hablamos de hacer lo necesario, quisiéramos imaginar que con sólo decidirnos bastará para que una revolución de cambio inicie en nuestro ministerio. Pero no es tan fácil. Es necesario avanzar con pasos importantes; es necesario morir a cada paso, para poder resucitar con Cristo.
Yo recuerdo aquél miércoles de asamblea, cuando escuché de labios de Rubén que había decidido ir a cargar instrumentos y a cantarle al Señor (lo cual tal vez no era considerado por nosotros como una gran ventaja, al menos no de manera práctica) en lugar de ir a firmar su contrato con los Acereros de Monclova. Desde luego, a mí me dio un gusto enorme que se hubiera decidido por el ministerio de música, aún cuando eso significaba que renunciaba a su carrera de beisbolista profesional. Pero cuando me detuve a reflexionar sobre eso, pensé: “Cuánto amor por el Señor debe estar latiendo en el corazón de Rubén para que Él haya dado un paso tan grande; cuánta muerte a sus apegos, a sus gustos, a sus sueños, impulsando ese gran paso”. Lo que yo advertí de esa vivencia fue el gran valor del servicio a Dios. Era como si por esa enorme decisión, la “plusvalía” de nuestro Ministerio de música aumentara magníficamente a los ojos de todos los integrantes del ministerio. Creo que casi podríamos gritar: ¡hey, a todos!, ¡vean cómo nuestro pequeño ministerio de música y el servicio real a Dios que en él damos, es más valioso que los famosos Acereros de Monclova!

Lo que allí había sucedido era un paso hacia la santidad, una muerte a los sueños del mundo y, por el entusiasmo de Rubén, una contagiosa entrega. Inevitablemente, al oír el testimonio de Rubén, todos deseábamos ver nuestro interior y preguntarnos: ¿qué estamos entregando nosotros al Señor?, ¿qué pasos hacia Jesús estamos dando?

Esta es una hermosa manera de “jalar” un ministerio; es una manera de invitarlo a caminar, a correr. No es suficiente decir: “hermanos, vamos a proponernos a orar más”; es necesario orar más, morir más.
Cuando esta carrera comienza, cuando poco a poco empiezan a desenmohecerse los engranes de la maquinaria –primero unos, luego otros-, comenzamos a advertir un movimiento, un cambio en el ministerio. Muchos van a ser los obstáculos que quieran detenernos, pero el Señor nos recuerda: Valor y firmeza.

No faltarán una o dos personas que insistan en detener el paso de este tren que empieza a moverse. En ese caso, lo importante es no detenerse en el amor. Ante quien ama menos, amar más. Ante quien critica: abrirse a escuchar y orar. Ante quien se burla: paciencia. Ante quien se resiste y contradice: tolerancia, caridad. Ante quien quiere rivalizar: humildad y mucho amor. Pero ante todo, no detener el paso y confiar en que Dios cernirá ese ministerio, y confiar que en el grupo sólo permanecerán los que sientan ese fuerte llamado a la santidad y que sean capaces de seguir el paso.

Al paso de los años Rubén y yo recordamos que cuando nos animábamos a buscar este ritmo de cambio y renovación en nuestro ministerio y se venían los obstáculos, citábamos el canto de “la víbora de la mar”, cuando dice: “… los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán”. Así que pedíamos al Señor fuerza para no detener este ritmo de cambio, de renovación espiritual y musical, y en un ambiente de amor, buscando ser verdaderos testigos del Señor, invitábamos a todos por igual a este crecimiento. Quienes no estaban dispuestos al cambio, quienes hubieran deseado que las cosas permanecieran como estaban, solos y en paz se retiraban. Nadie los corría, nadie los presionaba con reglamentos inflexibles. Ellos mismos se apenaban por no sentirse capaces de responder a las continuas exhortaciones que en un ambiente de amor se les hacían, y preferían buscar un servicio diferente. Los que quedaban - a veces muy pocos - se ajustaban al nuevo ritmo de conversión continua, de entrega espiritual.

Uno ciento, otro sesenta, otro treinta
Otro obstáculo que nos encontramos cuando buscamos un ministerio entregado al Señor; es que siempre existen uno o dos integrantes que desean con todo su corazón servir, pero por su trabajo o su situación familiar no pueden estar al cien por ciento. Y nos preguntamos: ¿esto significa que este no es su ministerio o su servicio? Después de orar sobre esta situación, descubrimos algo en la Palabra, que nos abrió los ojos:
“Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.»” Mt 13,23

En la parábola encontramos esta importante enseñanza. La semilla cae en buena tierra; el hermano está abierto a escuchar la Palabra del Señor y está dispuesto a su servicio; pero no significa que dará el cien por ciento de los frutos que esperamos de él. Quizá dé el sesenta, quizá dé el treinta. Pero esto no significa que no dé fruto. Lo dará en menor cantidad, pero podrá ser pieza importante en el ministerio. Por su presencia en el ministerio, algún hermano se convertirá. Y aunque lo ideal seria que todos fueran capaces de dar el cien, cabe la posibilidad de que algún miembro dé en menor cantidad. En ese caso, tocará al ministerio buscar el mejor lugar para ese integrante. Tal vez no como músico base, pero puede ocupar un lugar en el equipo.

Hacer lo posible
Hacer “lo necesario” es decidirse a iniciar un camino a la santidad con valor y firmeza. Hacer lo posible, es comenzar a trabajar en todos aquellos aspectos que conforman, transforman y enriquecen tu persona, y por ende, tu ministerio. Eso lo iremos trabajando en posteriores artículos de SHALOM. Por ahora tengamos presente en nuestro corazón esta frase de San Francisco de Asís:
“Empieza por hacer lo necesario, luego lo posible y pronto te encontrarás haciendo lo imposible”

Sabemos que el sueño de un ministerio a la medida de Dios que a nuestros ojos luce inalcanzable, imposible, será posible por el poder de Dios. Cuando hayamos iniciado haciendo lo necesario, cuando nos hayamos sostenido entregando nuestro corazón para lograr lo humanamente posible, entonces vendrá Dios con su diestra de poder a lograr lo imposible. Tu limitada entrega del 100 por ciento, la transformará el Señor en eternidad, milagro, victoria, sanidad, amor.